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La Primavera de las Cenizas 2: Radio Beethoven

A Elena Stephens, ciudadana ejemplar.

Hoy, 30 de noviembre de 2019, se apaga Radio Beethoven. En estos días en que todo prende, hay cosas más graves y urgentes de las que preocuparse, me digo, culposo por extrañar de antemano la compañía de sus transmisiones cuando muchas personas han perdido mucho más, pero me equivoco:

Ya está dicho en la prensa que la venta de la señal por parte de Copesa a un grupo evangélico es otra prueba de que los agentes de la cultura no pueden quedar sujetos a las leyes del mercado, principalmente porque éstas les imponen la rentabilidad como único, inmediato y monolítico deber. Para la Beethoven, toda consideración a su labor y aporte a la sociedad es posterior al color de sus números. ¿No es este mismo criterio, esta pasión dogmática por la rentabilidad y la valoración de las personas de acuerdo a su poder adquisitivo y productivo lo que agotó la paciencia del pueblo chileno desde el 18 de octubre?

Esa paciencia agotada ha crecido, alimentada por la sordera de las autoridades, y se ha endurecido a punta de golpes policiales. También ha tomado diferentes formas. Los cabildos imaginan el mejor país posible y montan los andamios de una constitución política que nos garantice ser sujetos de derecho en lugar de consumidores, atentos a que la clase política no les cierre las puertas del palacio para asegurarse de que ni se acerquen a la mesa.

Esa misma paciencia agotada le dio a alguien la idea de llamar a Plaza Baquedano Plaza de la Dignidad y, en uno de los ejercicios democráticos más obvios de nuestro siglo, le pusimos una etiqueta en Google Maps hasta que el algoritmo divino reconoció su nuevo nombre.

Otras formas representan tanto la memoria colectiva como el deseo de un futuro más justo. El Negro Matapacos ha pasado por centenas de encarnaciones estas semanas hasta llegar a la más chilena posible, la de patrono y animita de la rebelión de las calles, mientras que el colectivo feminista Lastesis creó, con Un Violador en tu Camino, una declaración de principios en forma de marcha y ronda, una denuncia telúrica contra el patriarcado de tal poder, que aparece en forma de terremoto por todo el mundo y que, apenas días después de viralizarse, pareciera haber estado en las calles desde tiempos inmemoriales.

La Beethoven se extingue justo en el momento en que su compañía y ejemplo de tenacidad y amor por el arte nos harán más falta. En medio de la tristeza que siento mientras escucho los últimos minutos de la Novena Sinfonía del tío Ludwig por última vez en su señal, elijo recordar como los maestros holandeses pintaban febrilmente sus gallineros en busca de la perfección mientras las guerras de Flandes destripaban a hombres, mujeres y niños; a Sassoon y Graves de franco discutiendo la métrica de sus poemas durante los peores bombardeos de la Primera Guerra hace cien años; a Hedy Lamarr llenando resmas y resmas para calcular un sistema de transmisión de radio seguro en la Segunda Guerra (inventando, de paso, el WiFi con que estás leyendo este artículo); a . ¿Para qué elijo esto? Si algo podemos aprender de los tiempos de cambio y conflicto, es que son momentos en que estamos obligados a seguir haciendo lo que queremos y sabemos hacer por los demás. Se trate de escribir, hacer comunidad, redactar nuevas leyes, buscar justicia, o, como nos enseñó la Beethoven, juntar y compartir belleza, esa hermana inseparable de la dignidad.

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