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Calles de Chile 2

No seamos ciegos
En el país de los tuertos
El mal es la ley

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Calles de Chile

Quien mutila a su hermane
Mutila a su cría

Maldita queda esa prole
Que chillará en la noche
Que aullará de día

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Dog Walking in Downtown Santiago, December 21st, 2019

No dew this morning

Birds crack the grass, bathe in pools

From damp barricades

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La Primavera de las Cenizas 2: Radio Beethoven

A Elena Stephens, ciudadana ejemplar.

Hoy, 30 de noviembre de 2019, se apaga Radio Beethoven. En estos días en que todo prende, hay cosas más graves y urgentes de las que preocuparse, me digo, culposo por extrañar de antemano la compañía de sus transmisiones cuando muchas personas han perdido mucho más, pero me equivoco:

Ya está dicho en la prensa que la venta de la señal por parte de Copesa a un grupo evangélico es otra prueba de que los agentes de la cultura no pueden quedar sujetos a las leyes del mercado, principalmente porque éstas les imponen la rentabilidad como único, inmediato y monolítico deber. Para la Beethoven, toda consideración a su labor y aporte a la sociedad es posterior al color de sus números. ¿No es este mismo criterio, esta pasión dogmática por la rentabilidad y la valoración de las personas de acuerdo a su poder adquisitivo y productivo lo que agotó la paciencia del pueblo chileno desde el 18 de octubre?

Esa paciencia agotada ha crecido, alimentada por la sordera de las autoridades, y se ha endurecido a punta de golpes policiales. También ha tomado diferentes formas. Los cabildos imaginan el mejor país posible y montan los andamios de una constitución política que nos garantice ser sujetos de derecho en lugar de consumidores, atentos a que la clase política no les cierre las puertas del palacio para asegurarse de que ni se acerquen a la mesa.

Esa misma paciencia agotada le dio a alguien la idea de llamar a Plaza Baquedano Plaza de la Dignidad y, en uno de los ejercicios democráticos más obvios de nuestro siglo, le pusimos una etiqueta en Google Maps hasta que el algoritmo divino reconoció su nuevo nombre.

Otras formas representan tanto la memoria colectiva como el deseo de un futuro más justo. El Negro Matapacos ha pasado por centenas de encarnaciones estas semanas hasta llegar a la más chilena posible, la de patrono y animita de la rebelión de las calles, mientras que el colectivo feminista Lastesis creó, con Un Violador en tu Camino, una declaración de principios en forma de marcha y ronda, una denuncia telúrica contra el patriarcado de tal poder, que aparece en forma de terremoto por todo el mundo y que, apenas días después de viralizarse, pareciera haber estado en las calles desde tiempos inmemoriales.

La Beethoven se extingue justo en el momento en que su compañía y ejemplo de tenacidad y amor por el arte nos harán más falta. En medio de la tristeza que siento mientras escucho los últimos minutos de la Novena Sinfonía del tío Ludwig por última vez en su señal, elijo recordar como los maestros holandeses pintaban febrilmente sus gallineros en busca de la perfección mientras las guerras de Flandes destripaban a hombres, mujeres y niños; a Sassoon y Graves de franco discutiendo la métrica de sus poemas durante los peores bombardeos de la Primera Guerra hace cien años; a Hedy Lamarr llenando resmas y resmas para calcular un sistema de transmisión de radio seguro en la Segunda Guerra (inventando, de paso, el WiFi con que estás leyendo este artículo); a . ¿Para qué elijo esto? Si algo podemos aprender de los tiempos de cambio y conflicto, es que son momentos en que estamos obligados a seguir haciendo lo que queremos y sabemos hacer por los demás. Se trate de escribir, hacer comunidad, redactar nuevas leyes, buscar justicia, o, como nos enseñó la Beethoven, juntar y compartir belleza, esa hermana inseparable de la dignidad.

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Cartola de AFP

O viejo o pobre

Así que anda pensando

Ni cagando ambos

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A propósito de la suspensión de la Teletón 2019 (Opinión de 2015, editada)

Oigo la voz de Mario Kreutzberger anunciando la suspensión de la Teletón para abril del 2020 y sigo de largo. Vivimos días en que ni a los semáforos que todavía funcionan hay tiempo de hacerles caso. O, dicho de otra forma, ni los rituales ni los chamanes que nos reunían antes nos interesan demasiado. Tenemos los ojos puestos en otro tipo de fogatas, literalmente.

Algunos, sin embargo, estamos obligados a darnos vuelta para mirar. Es mi caso. Fui paciente particular del centro de rehabilitación de Antofagasta en 1986 tras un accidente de auto que me dejó la rodilla derecha como una bolsa de loza quebrada al oído y al tacto. En ese entonces, sin Teletón habría sido muy difícil obtener en Chile un tratamiento adecuado para cualquier niño con un cuadro traumatológico de esa gravedad, sin importar sus recursos. En poco más de un mes recuperé la musculatura perdida después de mi operación y meses enyesado, justo a tiempo para que el estirón de los trece no me dejará con la columna retorcida. A esos profesionales les debo mi vida tal como la vivo ahora.

Dicho esto, no creo que alguien pueda acusarme de malagradecido con tono de patrón, o peor, de apatronado, y puedo sumarme con toda libertad a los cuestionamientos a la Teletón. Se ha escrito muchas veces ya que es un modelo basado en ficciones, donde las empresas pasan sus donaciones como un gran esfuerzo, cuando en realidad son una inversión en publicidad relativamente conveniente; sus directores son peces gordos de grandes empresas que dan caridad a las familias que no pueden pagar los precios de lujo de sus propios servicios de salud, mientras que sus estrellas lloran frente a las cámaras por la emoción que les produce seguir frente a ellas gracias a esas mismas lágrimas. Las personas comunes y corrientes nos sentimos protagonistas y nos sentimos orgullosos de estar cambiando el mundo, cuando, la verdad, estamos ayudando a que unos pocos sigan teniendo más, mientras la mayoría seguimos teniendo lo mismo, si es que hay suerte.

Todo esto, por supuesto, da lo mismo a los niños beneficiarios de la Teletón. Ellos reciben una atención integral, oportuna y gratuita. Sería inhumano dejar de entregarles este servicio digno para que se haga cargo el Estado por sí solo, rastrojeando recursos que los parlamentarios alineados a las chequeras de los directores de la institución le negarían bajo sus órdenes.

La pregunta que no discutimos con suficiente claridad es la siguiente. ¿Por qué solamente niños con ciertas discapacidades tienen derecho a recibir esta atención integral, oportuna y gratuita? ¿Por qué, por ejemplo, niños ciegos, autistas, con síndrome de Down, o cualquier otra condición crónica, no tienen su propia Teletón, o una parte de la actual? El sentido común nos da una respuesta cruel. En el minuto en que queramos ser solidarios con todos esos niños, las grandes empresas van a ver que demasiados niños significan demasiadas donaciones, más allá de simples gastos publicitarios, y nosotros veremos que ese todos incluye a tantos niños que lo que nos hace falta para ser realmente solidarios es la justicia. Esta discusión es la discusión que recién estamos teniendo con la rebelión de octubre, en todo orden de cosas: el fin de la educación como bien de consumo, de la salud indigna, de la previsión miserable y de la precariedad de los empleos son unos pocos ejemplos. Hablar en serio de la Teletón es uno de los tabúes que nos quedan como tribu. Hacerlo ahora es bueno para Chile.

Mientras tanto, yo seguiré donando y tratando de recordar las caras de quienes me atendieron hace ya más de treinta años. No pretendo pagar una deuda. La gratitud es para siempre.

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La desigualdad estructural es el arma secreta de Batman

No ganan nunca

Hijos de pisos chuecos

Adultos cojos

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Un hijo (Rudyard Kipling)

A mi hijo lo mataron mientras reía de una broma. Ojalá supiera

qué broma era, me serviría en estos días en que la risa es poca.

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